Más allá del sonido

Publicado originalmente en Managua Furiosa

Hace millares de años que el ser humano utiliza la música para comunicarse con los demás y conectarse con lo que le rodea, ya sea su otro yo, tal vez más íntimo, o la persona con la que está en el momento.

Ese trance que se expresa a través de la danza y la música, que se evidencia en cada movimiento que la multitud de un concierto realiza, al unísono, tiene una explicación científica, asegura Tamara Montenegro, DJ de nuestro país que trabaja en el arte sonoro como terapia de sanación.

Nacida en Managua en 1982, Tamara estuvo involucrada con la música y la tecnología desde muy chiquita, pues todos sus hermanos eran mucho mayores que ella, lo que la obligaba a autogestionarse su entretenimiento. “Me gustaba mucho jugar con las grabaciones, grababa cosas con los casetes, hacía mis propios programas de radio. Me inventaba la vida”, cuenta. Pero no fue sino hasta los 11 años que se integró en el Conservatorio Nacional de Música, donde aprendió solfeo, canto y a tocar diversos instrumentos. Incluso participó en algunas bandas de música en los noventa, cuando el rock empezaba a aparecer en la escena nacional.

Pero no fue sino hasta los 11 años que se integró en el Conservatorio Nacional de Música, donde aprendió solfeo, canto y a tocar diversos instrumentos. Incluso participó en algunas bandas de música en los noventa, cuando el rock empezaba a aparecer en la escena nacional.

Más allá de la música que produce, esta polifacética artista ha estudiado teatro, historia del arte, danza, medicina, biología y naturopatía, o como se le suele conocer comúnmente como medicina natural, para terminar involucrándose en la investigación del sonido como fenómeno físico y su aplicación como terapia, gracias a la maestría en arte sonoro que cursó en la Universidad de Barcelona.

Antes de descubrir la pasión que ahora le invade, Tamara se dedicó algunos años como DJ, llegando a participar en espacios importantes de la escena musical en Amsterdam, Barcelona, Berlin y Nueva York, entre otros. Ahora confiesa haber dejado de tocar de manera frecuente para dedicarse más al estudio y la producción, pues una puede “jugársela de una manera creativa para crearse un trabajo diferente por medio de lo que le apasiona uno… no necesita ser DJ uno, al sonido podés entrarle por diferentes ramas”.

En busca del balance vibratorio

“Mi enfoque es la ecología: traer sonidos de espacios silvestres a entornos donde hacen mucha falta”, explica Tamara sobre su ocupación actual, y añade que existen estudios que “revelan nuestra carencia de humor, emocional y síquica porque no tenemos esas frecuencias tan importantes que emite la naturaleza”.

La sonidoterapia consiste en una terapia de sanación basada en los campos vibratorios que producimos y que nos rodean. Toda movimiento que realizamos o que nos rodea produce sonido, y aunque éste sea imperceptible algunas veces ante nuestros oídos, sus vibraciones pueden llegar a afectarnos física y mentalmente. “Es más bien como una experiencia sensorial que en muchos aspectos limpia, tranquiliza o energiza”, amplía Tamara.

El sonido es un fenómeno físico que interactúa con nuestro sistema biológico, y nadie puede negar que una sesión musical, una canción o un pedazo de música le remita tantas cosas inexpresables.

En su proceso de investigación, Tamara se ha encontrado con estudios e investigadoras que entre ellas Eva Julián, con quien realizó un taller recientemente sobre el mismo tema.

“(Ella) ha encontrado ciertas conexiones entre si te pones a escuchar el sonido de la madrugada, antes que amanezca, el sonido del atardecer o cuando se está poniendo la tarde… son espectros completamente diferentes”, comenta sobre su experiencia con la investigadora, quien ha descubierto también como el sonido de la naturaleza cambia conforme se introducen en ella personas con diferentes enfermedades. Ese concepto yo no lo comprendía antes y me hizo entender cómo funcionamos con el sonido, que es un estímulo tan importante”, confiesa Tamara. “Tenemos los oídos abiertos todo el tiempo”.

“Managua necesita sanidad acústica”

Pero la terapia de la que habla la artista sonora no solo es aplicable para los individuos, sino para sociedades enteras, sobre todo en espacios saturados de sonidos no naturales, como las ciudades. “Si tenés diez buses pitando, una motocicleta pasando, un niño llorando del hambre, eso te va a golpear, a influenciar, y nos está golpeando. Managua necesita sanidad acústica”, afirma.

Montenegro comparte la opinión de que se deben repensar las ciudades en torno a ambientes sonoros más amigables y cercanos a la naturaleza, en términos de acústica, y sobre esa línea ha experimentado con su arte.